Reimaginando la cadena alimenticia
La tecnología será fundamental para garantizar la seguridad alimentaria del planeta. Aunque de manera incipiente, Centroamérica y República Dominicana ya se sumaron a las nuevas tendencias en la materia.
Crédito de la imagen: Forbes
Por: Mirna Gutiérrez
El cambio climático, la creciente demanda de alimentos, y los nuevos patrones de consumo obligan a los agricultores y a la industria a incorporar nuevas tecnologías en sus procesos, de modo que provean las necesidades de la humanidad, que para 2050 sumarán 9,100 millones de personas.
Como consecuencia, la generación de alimentos deberá aumentar 70%. La producción anual de cereales tendrá que crecer de 2,100 millones de toneladas a 3,000 millones, mientras que la de carne deberá pasar de 200 millones a 470 millones, indican datos del reporte Cómo alimentar al mundo en 2050, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Para obtener esta cantidad de comida, la tecnología tendrá un papel fundamental: “Cada vez hay mayor demanda y menos espacio para cultivos; ahí es donde entra la tecnología en juego para aprovechar mejor las áreas de cultivo, comenta Mónica Elizondo, directora de Asuntos Científicos y Regulatorios de la Cámara Costarricense de la Industria Alimentaria (Cacia).
El estudio de la FAO señala que el cambio climático afectará a los sistemas agrícolas y forestales porque incrementará las temperaturas y la concentración de dióxido de carbono (CO2): “La agricultura tradicional o a campo abierto cada vez es más difícil, no es sólo lluvia excesiva o falta de lluvia, sino también un incremento de plagas, enfermedades y un sin número de problemas”, dice David Proenza, CEO de Urban Farms, empresa de cultivos verticales.
Estamos ante un escenario de desarrollo y adopción de múltiples tecnologías que responder a los desafíos del siglo XXI, como la variación en el clima y una producción más sostenible en la que los recursos son escasos, motivo por el que es necesario hacer más con menos de manera eficiente, apunta José Perdomo, presidente de CropLife Latinoamérica, organización gremial internacional que representa a la industria de la ciencia de los cultivos.
Pocos recursos
De acuerdo con el estudio de la FAO, aunque la inversión en investigación y desarrollo (I+D) agrícola sigue siendo de las más productivas, con tasas de rendimiento de entre 30% y 75%, se ha dejado de lado en la mayoría de los países de ingresos bajos.
En la actualidad, la I+D agrícola en los países en desarrollo está domi- nada por el sector público. Con el fin de aumentar las inversiones del sector privado habrá que abordar cuestiones relativas a los derechos de propiedad intelectual y al acceso de los pequeños agricultores a estas nuevas herramientas.
En el caso de Latinoamérica, Brasil es el país que más invierte en este rubro, con 1.82% del PIB agropecuario, mientras que en Centroamérica y República Dominicana (CARD), Costa Rica ocupa el primer lugar con 1.06%, seguido de Panamá con 0.74%, Nicaragua con 0.38%, República Dominicana con 0.30%, Honduras con 0.17% y Guatemala con 0.14%, puntualizan cifras de la iniciativa Indicadores de Ciencia y Tecnología Agropecuaria (ASTI), una fuente de datos de libre acceso sobre sistemas de investigación agropecuaria de países en desarrollo.
Guillermo Valdivia, profesor investigador en Tecnologías Emergentes de Conservación de Alimentos del Centro de Investigación y Asistencia en Tecnología y Diseño del Estado de Jalisco (Ciatej), en México, agrega que la mayoría de la inversión que se hace en Latinoamérica la realizan empresas multinacionales que establecen nexos con instituciones educativas o centros públicos y privados de investigación para mejorar sus líneas de producción.
En Costa Rica la industria trabaja con universidades y centros de investigación, de la mano del Ministerio de Agricultura y Ganadería, y del Instituto Nacional de Innovación y Transferencia en Tecnología Agropecuaria, comenta Elizondo.
Avance en la región
Perdomo indica que Latinoamérica es un gran mercado para el mundo, ya que produce entre 11% y 16% del alimento a nivel global. Para mantener el rumbo, los agricultores deberán incorporar digitalización, agricultura de precisión y robótica.
En Centroamérica ya se está utilizando la fotointerpretación con drones para mapear en los cultivos, por ejemplo, los grados de humedad y el daño de plagas.
También existen avances importantes en biotecnología. Perdomo explica que actualmente hay 29 países alrededor del mundo que tienen la tecnología aprobada desde hace más de dos años, lo que ha permitido producir más de 190 millones de hectáreas. En Latinoamérica, los países que destacan son Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Colombia, Costa Rica y Honduras.
“En la región centroamericana cada día avanzamos en lograr ambientes regulatorios que permitan la reproducción de biotecnología en países como Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Panamá, como ya sucede en Honduras, y el caso de Costa Rica, que a nivel centroamericano es un ejemplo”, considera Perdomo.
Otra tendencia que comenzará a darse en la región es la tecnología CRISPR (repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas), que “edita” o modifica el genoma de cualquier célula, y que en el área agrícola va a permitir mejorar cosechas en su sabor, tamaño, resistencia a temperaturas, virus y plagas. Alrededor del mundo ya se realizan investigaciones para que el trigo sea bajo en gluten, y para disminuir la oxidación de frutas y verduras para prolongar su vida útil. En Centroamérica, Honduras está por terminar su reglamento para aprobar esta herramienta genómica.
Para Perdomo, el gran reto es democratizar el acceso a las tecnologías y llevarlas a los pequeños agricultores, que en Latinoamérica representan 50% de la producción agrícola. CropLife, a través del programa CuidAgro, capacita a casi 200,000 pequeños agricultores al año en el uso responsable de las tecnologías para proteger a los cultivos de plagas, malezas y enfermedades.
Valdivia señala que el alto costo de algunos equipos limita que puedan ser utilizados por empresas o agricultores de países en vías de desarrollo (...)
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*Todo el crédito de las imágenes es para Forbes.