Agencias ambientales y de salud contradicen a la Organización Mundial de la Salud
Por: Mauricio Rodriguez, Director de Asuntos Científicos de CropLife Latin America
Noviembre 2015. Desde marzo de 2015, se generó un intenso debate internacional por causa de un reporte de la IARC (Agencia Internacional de Investigación sobre Cáncer), entidad adscrita a la OMS (Organización Mundial de la Salud), en el cual se clasificó al glifosato como “probablemente carcinogénico”[1]. El debate sirvió para crear confusión y miedo en el público general.
El informe de marzo es parte de una larga lista de productos que la IARC priorizó para someter a clasificación entre el periodo de 2015 a 2019.
El pasado 12 de noviembre, EFSA, la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria, publicó un nuevo reporte en el que concluye que el glifosato “es improbable que pose peligro carcinogénico a los humanos”[2], en un estudio más completo y riguroso que contradice y desvirtúa aquel publicado por IARC hace 6 meses. Esta conclusión de EFSA se suma a las que ya habían ofrecido desde tiempo atrás diferentes agencias de similar rigurosidad y reputación a nivel internacional, tales como la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) y el Instituto Federal Alemán para Evaluación de Riesgo (BfR). Desde 1991, EPA ha publicado periódicamente revisiones sobre estudios epidemiológicos que, consistentemente, demuestran que no hay evidencia que demuestre la carcinogenicidad de ese producto[3],[4].
Parte de la confusión y la diferencia de criterios entre IARC y otras agencias internacionales radica en que la agencia de la OMS hace revisiones parciales de la literatura desde una óptica de peligrosidad y no de riesgo. Para ilustrar este punto imaginemos que nos damos un baño en una tina, aunque existe peligro de ahogarse en ella, el riesgo real de que esto suceda es muy bajo. Para complicar aún más las cosas, IARC ha diseñado su propio sistema de clasificación de agentes o sustancias a partir de la cual todos aquellos agentes que evalúan se consideran automáticamente carcinogénicos. Su clasificación incluye 5 categorías que van desde la más baja, “probablemente no carcinogénico”, hasta la más alta, “carcinogénico para humanos”. IARC tampoco realiza investigación propia para sus clasificaciones, sino que recluta asesores externos quienes se reúnen durante una semana en sus instalaciones para decidir sobre la clasificación de varios agentes dentro de un tiempo limitado y considerando un número igualmente limitado de estudios científicos que se preseleccionan porque sugieren la carcinogenicidad de los agentes a clasificar.
Grupo 1 |
Carcinogénico para humanos |
118 agentes |
Grupo 2A |
Probablemente carcinogénico para humanos |
75 |
Grupo 2B |
Posiblemente carcinogénico para humanos |
288 |
Grupo 3 |
No clasificable sobre su carcinogenicidad para humanos |
503 |
Grupo 4 |
Probablemente no carcinogénico para humanos |
1 |
Agentes clasificados por IARC hasta la fecha [5]
Es así como, hace pocos días, lARC publicó otro reporte en el que clasifica a la carne como “probablemente carcinogénica”, en la misma categoría que había ubicado al glifosato, al malatión y al DDT, pero, más grave aún, a las carnes procesadas como “carcinogénicas para humanos”, ¡en la misma categoría que el arsénico y el plutonio![6].
La metodología de clasificación de IARC sufre de serias limitaciones y causa confusión en las autoridades y el público general que confían incuestionablemente en la seriedad e idoneidad de una agencia que hace parte de la OMS.
Ante esta realidad, es importante que los países de nuestra región implementen capacidades para que las agencias regulatorias conduzcan sus propios estudios, con el más alto nivel de rigurosidad científica, que generen resultados y les permitan tener criterios propios para tomar decisiones bien informadas. Ya están los países de América Latina en capacidad de generar conocimiento y ejercer su independencia normativa y regulatoria en pro del bienestar de sus habitantes y del cuidado de la agricultura y el ambiente.