El último susto de las noticias ecológicas falsas: Al igual que la narrativa del ‘Armagedón de las abejas’, la afirmación del ‘apocalipsis de los insectos’ por los plaguicidas está colapsando
Jon Entine
Genetic Literacy Project
Marzo 21, 2019
Crédito de la imagen: The New York Times
Hace solo unos años, los titulares en Europa y América del Norte gritaban sobre el próximo "Armagedón de las abejas". Nos dijeron que las abejas se estaban extinguiendo, y como estos polinizadores son vitales para nuestro suministro de alimentos, estábamos al borde de la hambruna global. Y los plaguicidas eran los principales culpables de la crisis.
El problema con esa tesis era que las poblaciones de abejas no están disminuyendo, y mucho menos en vías de extinción. Como explicaré más adelante, los medios finalmente han actualizado sus informes del fin del mundo (años después del Proyecto de Alfabetización en Genética, que por años ha venido documentando la falsa crisis). Sin embargo, tan pronto como un apocalipsis se desliza de los titulares, otro brota para tomar su lugar. Recientemente, las noticias y los sitios de los grupos de defensa han estado ardiendo con advertencias graves de que los días del hombre en la tierra están (una vez más) contados, esta vez debido a la extinción en aceleración de todos los insectos del mundo.
Más sobre la inminente crisis de los insectos a continuación. Pero primero revisemos la narrativa fallida, también conocida como "abeja-pocalipsis”. Sí, las abejas enfrentan algunos problemas de salud como resultado de una variedad de factores, principalmente la pérdida de hábitat y el crecimiento explosivo de su enemigo mortal, el ácaro Varroa. Pero el análisis equilibrado realizado por científicos independientes puso el uso de plaguicidas muy abajo en la lista de amenazas a los polinizadores. Incluso algunos grupos de defensa abandonaron finalmente la retórica de la crisis.
"Salvar a las abejas" es un grito de guerra que hemos estado escuchando durante años" escribió el Sierra Club en 2018 en un giro sorprendente, abandonando su posición sostenida durante mucho tiempo y repetida por la prensa, que el día del juicio final de las abejas estaba llegando. "Las abejas no corren ningún riesgo de morirse".
Mientras que las enfermedades, parásitos y otras amenazas son problemas reales para los apicultores, el número total de abejas administradas a nivel mundial se ha incrementado un 45% durante el último medio siglo.
Figura: Producción de colmenas en el Mundo + (Total)
Existencia mundial de colmenas.
Hemos contado esa historia muchas veces en el Proyecto de Alfabetización en Genética. [El Proyecto tiene una sección completa sobre la salud de los polinizadores aquí].Los gráficos de los aumentos de colmenas de abejas en los Estados Unidos, Canadá, Europa y otros lugares pueden verse aquí.
El “abeja-pocalipsis” fue una ficción exagerada basada en preocupaciones genuinas sobre la salud ecológica del planeta. Fue impulsado por activistas anti-plaguicidas, ayudados por unos medios de comunicación crédulos y suplicantes, como parte de un ataque a la agricultura moderna y la creencia ideológica de que la ‘gran ag’ estaba impulsando una agenda biotecnológica-química. Su impacto directo fue lanzar una nube sobre una nueva clase de plaguicidas conocidos como neonicotinoides que en realidad son una mejora dramática sobre los productos químicos que reemplazan que son ecológicamente peligrosos y que causan cáncer. Los medios de comunicación, orientados al sensacionalismo, no verificaron los hechos. La montaña de desinformación fue posteriormente adoptada por muchos políticos ansiosos por demostrar su buena fe ambientalista.
La farsa de las abejas ganó la partida en la UE, donde los reguladores, bajo la presión de los políticos, manipularon sus revisiones "científicas" de los neonics para diseñar una prohibición (yo y otros hemos cubierto esa historia en detalle en varios artículos, incluidos aquí y aquí). Sin embargo, en los EE. UU. prevalecieron los hechos y la ciencia, ya que un número creciente de fuentes de noticias alternativas, incluido el Proyecto de Alfabetización en Genética, revelaron la verdad sobre la inminente "crisis".
De las abejas a los insectos
De repente, en los últimos meses, el enfoque cambió bruscamente de las abejas melíferas o las silvestres a los insectos. El Guardian en el Reino Unido lideró intensificando la preocupación al nivel de pánico en todo el mundo con un artículo en febrero advirtiendo, Cae en picada el número de insectos ‘amenazando el colapso de la naturaleza’. En cuestión de días, numerosos medios de comunicación y medios de defensa del medio ambiente se montaron en la historia, todos ellos. ¿Cuál fue la fuente? Un, estudio, que era más exactamente una “revisión” selectiva de otros estudios, realizado por dos científicos, uno de Australia y uno de China. Fue singular por varias razones, no solo por el tono decididamente anti-académico, casi histérico, de sus autores.
“Si las pérdidas de especies de insectos no pueden detenerse, esto tendrá consecuencias catastróficas tanto para los ecosistemas del planeta como para la supervivencia de la humanidad ", explicó el autor principal del estudio, Francisco Sánchez-Bayo, de la Universidad de Sídney, Australia. La tasa de pérdida, 2.5 por ciento al año según sus cálculos, es muy rápida, dijo. “En 10 años tendremos un cuarto menos, en 50 años solo quedará la mitad y en 100 años no tendremos ninguno.”
No todos vieron una catástrofe por delante. Mientras que la mayoría de los periodistas y sitios web se conformaban promoviendo citas sensacionalistas y reescribiendo superficialmente los kits de medios que promocionaban el estudio, muchos científicos adoptaron una opinión más escéptica y académicamente responsable. Como varios lo señalaron en Twitter, incluso una mirada rápida a la metodología del estudio suscitó preguntas serias. Los autores describen su proceso de búsqueda de la literatura científica:
El objetivo fue recopilar todos los sondeos de insectos a largo plazo realizados durante los últimos 40 años que están disponibles a través de las bases de datos de literatura revisadas por pares a nivel mundial. A tal efecto, realizamos una búsqueda en la base de datos en línea de Web of Science utilizando las palabras clave [insect *] Y [declin *] Y [survey (sondeo)], que dieron como resultado un total de 653 publicaciones.
Reflexione sobre esto por un momento. El propósito aparente de los investigadores fue examinar la literatura científica sobre el estado de las poblaciones de insectos en todo el mundo. Pero las palabras que utilizaron como términos de búsqueda sugieren un sesgo claro en la forma en que formulan la pregunta. Los autores limitaron su revisión desde el inicio a solo aquellos artículos que informaron una disminución. Cualquier documento que haya encontrado estabilidad o incluso aumentos en las poblaciones de insectos fue eliminado por esta búsqueda booleana.
¿Dónde están los insectos?
Pero eso es solo el comienzo de las preocupaciones planteadas acerca de este artículo. Como han señalado otros, aunque los autores afirmaron hacer una evaluación "mundial", los datos que utilizaron se obtuvieron casi exclusivamente de América del Norte (principalmente los Estados Unidos) y Europa.
Ubicación geográfica de los 73 informes estudiados en el mapa mundial. Las columnas muestran la proporción relativa de encuestas para cada taxón según lo indicado por diferentes colores en la leyenda. Los datos de China y Queensland (Australia) se refieren sólo a las abejas administradas.
Los únicos datos de Asia, aparte de Japón, fueron estudios de abejas melíferas y no de la población general de insectos. Lo mismo vale para Australia. Y no hay datos en absoluto de África ecuatorial y casi ninguno del vasto continente (¡lleno de insectos!) de América del Sur. Evaluar las tendencias en especies de insectos en todo el mundo mientras se ignora en gran medida el Amazonas y otras regiones ecuatoriales simplemente no tiene sentido. Se estima que unos 30 millones de especies de insectos habitan en los bosques tropicales del mundo, en comparación con 91,000 en los EE. UU., donde se origina una cantidad desproporcionada de estos estudios.
Pero no es solo lo que está faltando. Centrarse en las latitudes del norte probablemente también sesga los resultados de otras maneras. Las poblaciones de insectos en las latitudes norte y sur están sujetas a cambios dramáticos debido a las fluctuaciones del clima de un año a otro (incluso descontando el calentamiento global gradual debido al cambio climático). Las especies al borde de su área de distribución pueden extenderse hacia el norte durante los años más cálidos y regresar nuevamente debido a un invierno particularmente frío. Sin embargo, esto no representa una pérdida significativa de especies.
Lo que nos lleva a las muchas incógnitas acerca de este documento. Una revisión como esta depende en gran medida del criterio de los autores, no solo sobre qué estudios incluir (en este caso, como hemos visto, solo estudios conteniendo un "declive"), sino también sobre cómo interpretar y analizar esos estudios. Y aquí, de nuevo, hay razones para cuestionar.
El estudio no se centra en los plaguicidas, pero los autores lo hacen en sus comentarios públicos
Si bien el documento examina muchas razones para la disminución de insectos, Sánchez-Bayo de manera contundente, ha enfatizado en gran medida el papel de los plaguicidas en sus entrevistas con los medios. Dando un paso muy fuera de su área de especialización, y discursando sobre temas no incluidos en el estudio, en repetidas ocasiones ha llamado a un cambio de la agricultura convencional a la orgánica. Aparentemente ignora el hecho de que los agricultores orgánicos usan grandes cantidades de plaguicidas “naturales”, algunos de los cuales son altamente tóxicos para los insectos.
Sánchez-Bayo constantemente parece ir mucho más allá de los datos que él y su coautor recopilaron. Echemos un vistazo a la Figura 6.
De acuerdo con este gráfico circular, los plaguicidas (representados en naranja oscuro) se identifican como un factor principal en solo el 12.6 por ciento de los informes revisados. Eso, por supuesto, deja que el 87,4 por ciento sean otros factores. También plantea la pregunta de qué representa realmente este número. ¿Es indicativo de qué tan grande es el problema de los plaguicidas, o es más probablemente, una medida de qué tan intensamente se han estudiado los plaguicidas en comparación con, digamos, la urbanización, la destrucción de humedales, la tala de bosques, las especies invasoras y los patógenos, que la mayoría de los expertos en el tema creen que han tenido el mayor impacto en las poblaciones de insectos?
Aun así, suponiendo que el 12.6 por ciento sea un número significativo, no queda claro cómo los autores llegaron a él. La Tabla S2, por ejemplo, identifica cada uno de los 73 artículos en la revisión junto con los "principales impulsores" de la disminución de insectos identificados en esos estudios. De los 20 que identifican a los plaguicidas, 17 también reportan otros impulsores que actúan al mismo tiempo, incluyendo el cambio climático, las enfermedades, la destrucción del hábitat y otros contaminantes. ¿Cómo se pueden separar todos estos factores, que a menudo actúan en paralelo, para separar a los plaguicidas? Los autores no brindan orientación, casi con seguridad porque no analizaron los datos de manera adecuada.
Veamos más de cerca uno de los tres únicos estudios del total de 73 en los que los plaguicidas se identifican como el único impulsor de las disminuciones: un estudio de 2008 de abejorros del este de América del Norte. Lo primero que se debe tener en cuenta es que el estudio no analizó las causas. Fue diseñado para comparar la abundancia de varias especies en la actualidad en relación con su abundancia en la década de 1970. Los comentarios en el documento sobre las posibles razones del declive de algunas especies y el aumento de otras fueron simplemente especulaciones de parte de los autores. Pero incluso en esa especulación, los autores del artículo eran considerablemente más prudentes que Sánchez-Bayo. Para citar de su conclusión:
Las razones de las disminuciones en la fauna de América del Norte en las últimas décadas no se conocen bien, pero probablemente incluyen múltiples factores estresantes, como la propagación de patógenos de colonias comerciales, el uso de plaguicidas y la pérdida de hábitat.
No es tranquilizador que Sánchez-Bayo y su coautor confundan la opinión con los datos reales. Es aún más inquietante que los autores claramente caractericen mal algunos de los estudios que revisaron. Y esto no parece ser un ejemplo aislado. En la sección de discusión de su artículo, por ejemplo, Sánchez-Bayo y su coautor declaran:
Varios análisis estadísticos multivariados y correlativos confirman que el impacto de los plaguicidas en la biodiversidad es mayor que el de otras prácticas agrícolas intensivas (Fuentes-Montemayor et al., 2011; Gibbs et al., 2009; Mineau and Whiteside, 2013).
El estudio de Fuentes-Montemayor, sin embargo, no encontró nada por el estilo. Fue diseñado para analizar la eficacia de los esquemas agroambientales (AES) para revertir las disminuciones de especies, en este caso, los murciélagos, mediante prácticas agrícolas menos intensivas, incluyendo menos insumos de fertilizantes y plaguicidas, el uso de bordes de campo y agua, cercos verdes y pastizales de múltiples especies. Sus resultados los sorprendieron:
Ineesperadamente, los niveles de actividad de los murciélagos fueron generalmente más bajos en las granjas involucradas en AES que en las granjas de manejo convencional, de acuerdo con los patrones de abundancia de presas. ... La abundancia de insectos en general (sin incluir a los lepidópteros) fue casi el doble en las granjas convencionales en comparación con las granjas AES.
De alguna manera, sin embargo, este hallazgo de que las poblaciones de insectos en las granjas convencionales eran abundantes se retorció en el documento de Sánchez-Bayo para afirmar justamente lo opuesto a lo que los autores originales habían encontrado.
Las ciencias independientes desafían estudio sensacionalista y los comentarios de los autores
Justo la semana pasada, uno de los científicos más respetados que estudian las extinciones de especies, Clive Hambler, de la Universidad de Oxford, examinó el documento de Sánchez-Bayo y otros dos artículos recientes sobre el declive de insectos que alimentaron la reciente ola de histeria de los medios, encontrándolos lastimosamente deficientes. Él ha presentado una crítica a la revista "Conservación biológica" (Biological Conservation), que publicó el artículo de Sánchez-Bayo. Estamos a la espera de su publicación, pero el artículo en forma de "trabajo" está disponible en línea para la revisión de la multitud. El mismo señala las muestras no representativas utilizadas por Sánchez-Bayo, el sesgo absurdo de los documentos estudiados debido a los términos de búsqueda selectiva empleados, las principales fallas analíticas y el uso incorrecto de las "listas rojas" de la UICN, que a menudo denotan declinaciones regionales de especies que podrían ser abundantes y prosperar en otros lugares, entre muchas otras fallas.
Si la ética y la responsabilidad periodísticas estuvieran en su lugar, podríamos esperar cuando se publique (o incluso hoy, considerando la disponibilidad del documento de trabajo), que El Guardian y otros medios que promovieron las advertencias apocalípticas de Sánchez-Bayo realmente hagan algunos informes originales en lugar de solo repetir a gritos comunicados de prensa. Pero no aguantemos la respiración.
Si hacen su tarea, citarán un artículo de 2010 de Hambler y el co-investigador Peter Henderson, uno de los estudios más minuciosos y concienzudos de su tipo. Ellos estimaron que la tasa de extinción de todas las especies en Gran Bretaña remontándose al siglo XIX ha sido del 1 al 5 por ciento por siglo. También señalan que la gran mayoría de estas extinciones se produjo antes del período de intensificación agrícola y de los plaguicidas modernos que comenzaron aproximadamente, en los años cincuenta. No hay duda de que este "estudio de crisis" ha servido al propósito aparente de los autores al generar alarma en los medios y armar grupos de defensa ambiental con un nuevo apocalipsis para agudizar sus ataques a la agricultura intensiva y, especialmente, a los plaguicidas. Antes de que los legisladores y los reguladores intimidados entren en acción, deberían reflexionar sobre la falsa crisis “abeja-pocalipsis”.
Jon Entine es el director ejecutivo del Proyecto de Alfabetización en Genética. Lea su biografía completa aquí.