Colombia es el mayor productor mundial de café arábigo suave, su producción anual es en promedio de 14 millones de sacos de 60 kilos, que en su mayoría son exportados. Sembrar, cuidar y cosechar estos millones de kilos de café es tarea de más de 550.000 familias caficultoras, quienes en su mayoría tienen cultivos de 1,3 hectáreas.
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Al menos 10 plagas, entre insectos, malezas y enfermedades pueden afectar el cultivo del café del país suramericano; para proteger sus cultivos los caficultores deben implementar estrategias de manejo agronómico con un plan de Manejo Integrado de Plagas, MIP, que incluyen el uso de herbicidas, insecticidas y fungicidas.
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La creciente preocupación de los consumidores sobre las trazas o los residuos de productos agroquímicos en los alimentos es un tema que se ha posicionado en las conversaciones y negociaciones del comercio internacional de productos agrícolas. El cultivo del café no escapa a esta conversación.
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Se trata de los Límites Máximos de Residuos, LMRs, que son un estándar que designa el nivel más alto de residuos de plaguicidas tolerados legalmente en los alimentos. Los LMRs se establecen muy por debajo de los márgenes de seguridad para determinar que los alimentos producidos con plaguicidas sean adecuados para el consumo. Los residuos de plaguicidas, si los hay, son tan bajos que las personas tendrían que consumir cantidades humanamente imposibles para ser afectadas.
Café y los Limites Máximos de Residuos
Los caficultores colombianos que exportan a más de 46 países, reciben por parte de los países compradores distintos requerimientos en cuanto a los Límites Máximos de Residuos, LMRs. Situación que hace más difícil el sueño de exportar, porque los LMRs de la Unión Europea, pueden ser distintos a los de Japón. Si se exceden los LMRs, el café puede ser rechazado. Estas situaciones suceden a pesar de que para facilitar el comercio internacional, las Naciones Unidas tienen disponible más de 4300 LMRs en el Codex Alimentarius, un compendio de normas internacionales que buscan promover la inocuidad alimentaria.
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Sin embargo, los países compradores del café colombiano tienen sus propios LMRs, todos pueden ser diferentes, razón por la cual los agricultores deben estar muy bien informados sobre los requisitos de LMRs para cada uno de sus mercados, seguir las instrucciones de la etiqueta, y aplicar las Buenas Prácticas Agrícolas. La solución que han encontrado los caficultores colombianos, liderados por el Instituto Colombiano Agropecuario, ICA, la Federación Nacional de Cafeteros y la Cámara Procultivos de la ANDI, es cumplir con exactitud de reloj con el PERIODO DE CARENCIA.
El período de carencia es el tiempo que debe pasar entre la última aplicación de un plaguicida y la recolección de la cosecha para que no queden trazas o residuos en el grano. Esta información se encuentra en la etiqueta y es una buena práctica que ha logrado mantener la calidad y los mercados internacionales del café colombiano.
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